Un recuerdo inesperado

Como tantas otras mañanas me dirigía a la consulta de mi amiga Clara Poveda. Es una de las mejores  Dermatólogas de la provincia y además una amiga de la infancia. Hace ya varios meses que me dio una terrible noticia que prefería ni recordar. La mañana del 15 de octubre regresaba de las fiestas patronales de mi ciudad natal, Lugo. Quedamos en la estación del Norte  con la esperanza de pasar una mañana tranquila lejos  de las abrumadoras horas de atascos en la carretera. Yo me había negado a llevar el coche para poder dormir tranquila durante el trayecto de vuelta.
Allí estaba esperándome. Siempre con su cara de recién levantada fresca y tersa con la piel tan suave como la de un bebé.
Nos fundimos en un abrazo casi interminable. Cogimos un taxi para ir a mi casa y dejar las maletas. Acto seguido nos dedicamos a pasear por las calles desiertas de la ciudad. Los domingos son sagrados,son sagrados para dormir y descansar, estar con la familia o levantarte al lado de alguien que acabas de conocer la noche anterior.
Comenzamos a hablar de nuestra vida con la misma confianza de otrora, una confianza que no habíamos perdido después de 2 años sin vernos, años en los que hemos hecho de todo y teníamos que ponernos al corriente. Recorrimos la ciudad sin un rumbo fijo. Las calles empedradas calificadas como peatonales por el consistorio delataban que estábamos en el centro, rodeadas de muros de otras épocas.
Nos paramos a comer en el restaurante donde solíamos venir e pequeñas con nuestros padres "Casa María". No sé si el destino, la suerte o los contactos adecuados fueron los que evitaron que aquel santuario de la comida típica española cayese en manos de especuladores y rehabilitadores de cascos históricos. El caso es que nuestro rincón lucía impecable y glorioso desde la restauración que sufrió hace ya tres años de mano de su actual dueña María, hija de los anteriores propietarios y una de las mejores restauradoras del país.
Allí sentadas, a los pies e las fotos de ilustres de las letras que habían comido en aquel restaurante desde hace 100 años fue donde Clara me dio el susto de mi vida; o al menos uno de ellos, como no tardaría en averiguar después.
Entre tempranillos riojanos y entrecots gallegos Clara me hizo una apreciación muy particular. _Déjame ver ese extraño nevus que tienes en la mejilla._
_¿Cuál?¡Ah!Te refieres al lunar raro que me ha salido nuevo?. Sí ,bueno, la verdad es que no es preocupante. Lo tuyo es deformación profesional, querida, no te preocupes por mí, estoy bien._Concluí explícita.
_¿Cómo que estás bien? Pues la verdad es que para serte del todo sincera me gustaría verte por mi consulta y comprobarlo personalmente._
_No me asustes,  hace algunas semanas que no me encuentro nada bien y no estoy para sustos_
_Lucía, yo no quiero asustarte, solo quiero asegurarme de que no haya nada por lo que preocuparse realmente.
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A las dos semanas conseguí unas horas libres para poder acercarme a la consulta de Clara y que me dejase tranquila. Desde aquel 15 de octubre no paraba de llamarme e insistir que quería verme, yo, la verdad, es que tenía problemas más graves de los que preocuparme, o al menos eso creía.  

_Gracias por honrarme con tu presencia Lucía_ Me dice al abrir la puerta del despacho de su consulta situada en el centro e la ciudad, herencia de su madre.
_He conseguido librarme de un viaje a la capital, la verdad es que no me apetecía nada ir, hace algo de tiempo que me encuentro un poco cansada, al menos más de lo habitual, debe ser el estrés de presentar la campaña publicitaria del nuevo refresco de moda a tiempo.

Nada más entrar me sienta en su butaca y saca del cajón e su mesa de roble macizo, herencia de su madre, un aparato similar a una lupa pero con aspecto más clínico. El dermatoscopio, así fue como lo llamó, tocó suavemente la mejilla sonrosada ofreciéndome una sensación extraña. Estaban mirándome con lupa.

_Bueno, tengo una buena noticia y una noticia no tan buena. ¿Por cuál empiezo?_
_Por la buena._
_Mi primera impresión al verte fue que tu lesión era importante, ahora al verte con el dermatoscopio he comprobado que todo apunta a que no es un  melanoma._
_Ah! Pues que bien. Y ¿a qué apunta entonces?_dije con una voz completamente desencajada.
_Bueno se debe biopsiar para confirmarlo, pero yo creo que apunta hacia un  carcinoma espinocelular en su primera fase. Es una lesión importante que no debemos dejar proseguir, de lo contrario se puede convertir en cáncer. Esta lesión suele evolucionar en cuestión de meses y es debida a la exposición solar sin protección.
Aquellas 6 letras retumbaron en mi cabeza durante las dos semanas que tardaron los resultados de la biopsia. A parecer el anatomo-patólogo estaba de acuerdo con la apreciación de mi amiga. Todo apuntaba a que esa lesión en medio de mi cara era un Carcinoma Espinocelular.

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_Necesito tu ayuda, no sé que hacer Clara. Me siento sola y aturdida. Me siento así desde hace ya tres meses. Desde que volví de mis vacaciones por Tenerife. Aquel viaje debía cambiarme la vida, y creo que lo ha hecho pero no de la forma en que yo me imaginaba..._
_No te entiendo Lucía. ¿Qué te pasó allí?_
_Pues que me sentí libre durante mis dos semanas de vacaciones de agosto. Ya te conté que había cortado de raíz mi relación con Carlos. Me hacía sentir un cero a la izquierda, hacía meses que no teníamos intimidad y además descubrí una infidelidad. Nunca sabré si fue la única aunque no dudo que hubieran habido más porque no le costó nada admitirla.
Me sentía ninguneada a su lado así que decidí adueñarme de mi vida de una vez. Me cogí dos semanas de vacaciones que me quedaban y me fui a Tenerife. Sol, playas de arena negra y tranquilidad, hasta que le vi.


Castaño, ojos azules como la inmensidad del mar. Un Cuerpo atlético que afloraba insinuándose en aquella camiseta gris. No sé que fue lo que me pasó pero todas las células de mi cuerpo sufrieron una descarga eléctrica. Me lo en encontraba en todas partes, en la playa, en la plaza, en el Loroparque, en los restaurantes, él también se dio cuenta de mi presencia porque a la tercera vez que nos vimos comenzó a saludarme tímidamente.
Aquella misma noche coincidimos en el restaurante de mi hotel. Había ido a buscar a unos amigos y entre los entrantes y el primer plato se animó a venir a mi mesa a invitarme a cenar con él y sus amigos.
Desde aquel momento ya no nos separamos, en apenas unas horas habíamos pasado de cenar a ir por la calles cercanas a la Plaza del Charco nos recorrimos todos los locales de ambiente. Poco a poco los amigos iban despareciendo y terminamos solos a las 6 de mañana paseando sin zapatos, sin vergüenza  y sin rumbo fijo. Terminamos en Playa Jardín hablando de nuestra vida sin parar. Entre inglés, español y francés nos íbamos entendiendo. Aquella madrugada refrescaba y como yo no quería despedirme de él, así que le  invité a venir a mi hotel, el Botánico; el más espectacular. Amanecimos juntos , abrazados, éramos el uno para el otro. Así durante el tiempo que restaba por estar en la isla. 
No nos volvimos a separar, de día en las playas de la isla, nos las recorrimos casi todas y de noche le dejaba colarse en mi habitación.
Fue tan inesperado como hermoso. Pero me fui y ya nunca más supe de él, no ha cogido mis llamada, no responde a mis mensajes, no sé si lee mis WhatsApp; es como si se lo hubiese tragado la tierra.

_Comprendo, supongo que en pleno ataque de romanticismo no se te ocurrió ponerte crema solar,¿no?.
_Pues por raro que parezca en mí, la verdad es que ni ni me acordé de la protección . Clara, no sé si me puedes entender, hacía tantos años que no era tan feliz que me olvidé de todo, hasta de protegerme. 
_Entiendo. Bueno, no te preocupes, vamos a salir e esta.
_No es de lo único que me olvidé protegerme..._
_¿A qué te refieres exactamente?No te referirás a..._
_ Si Clara, a eso también.Tengo el test en el cuarto de baño..._
_Bueno, pues no te preocupes por nada,amiga; yo voy a estar a tu lado siempre.

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Después de esta conversación los meses fueron pasando y mi tripa creciendo. Las dificultades no tardaron en aparecer en mi empresa. Me costó mucho mantener mi puesto de trabajo, tuve que trabajar al mismo ritmo que los demás para demostrar que mi embarazo no iba a interrumpir ninguna campaña publicitaria. El agotamiento fue en aumento al paso de los meses.
Me puse en manos de mi amiga Clara, me cuidó como si fuese su hermana, me acogió en su casa desde que le di la noticia, me siento arropada a su lado. Hace meses que no tengo aquella lesión en la cara, porque ella me operó; hace meses que descanso tranquila porque sé que mi niña tendrá una mamá curada, una mamá que tendrá que valer por dos, pero nunca estará sola.
Aprendí una de las lecciones más importantes de mi vida, lo más importante es la prevención y cuidar el único cuerpo que tenemos.



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